Es
prodigioso cómo las vivencias pueden acabar entrelazadas y conducirte hacia un
viaje de vuelta a los más gratos y recónditos recuerdos, alojados en nuestra
modesta memoria.
En el Festival de Cine Europeo de Sevilla, en su edición del año 2012, se proyectó la película “Museum Hours”, a caballo entre una cinta con tintes documentales y una historia intimista.
Viena,
penetrante invierno. Anne (encarnada por la cantautora canadiense Mary Margaret
O’Hara) se ve apremiada a viajar a Viena desde Canadá, para visitar a una prima
que ha quedado en estado de coma, sin apenas recursos económicos.
Kunsthistorisches
Museum (el Museo de Historia del Arte de Viena). Punto de unión en las vidas de
esta canadiense, que lo toma como refugio para sacudirse de las vicisitudes que
le acucian y, Johann (interpretado por Robert ‘Bobby’ Sommer), vigilante de sala que la trata como a
cualquiera le gustaría ser tratado cuando viaja a un país desconocido.
Su
encuentro está lleno de sensibilidad, de conversaciones entre dos personas con
afinidades vitales, estableciéndose una pura y bella amistad, encuadrada en una
atmósfera serena, con Viena como escenario.
En la hora y media larga de visión, me transportó a la blanca ciudad imperial. Me vi, de nuevo, caminando por sus calles, donde se mezclan construcciones decadentes y soberbias con las más vanguardistas; disfrutando de la inmensa belleza artística, presente en multitud de los rincones vieneses.
El
director, Jem Cohen, ha sabido crear un documento gráfico donde la riqueza de
los detalles, la importancia de las conversaciones y la presencia misma del
Arte llenan la pantalla y hacen partícipe al espectador de tan exquisito
despliegue estético.
Los
amantes del arte, entre los que me encuentro, pueden asistir a una visita
privilegiada a uno de los museos más entrañables que he visitado (con unos
confortables sillones de color azul presentes en algunas salas, que permiten
una visión más cómoda). Cohen hace un recorrido por algunas de sus magníficas
salas, llegando a hacer un análisis muy interesante de algunas obras. Ante
todo, pone su foco en parte de la producción de Pieter Brueghel el Viejo, dando
unos precisos detalles visuales (a destacar la explicación de la guía,
historiadora de arte). También, se puede vislumbrar uno de mis cuadros
favoritos, “El arte de la pintura
-Alegoría de la pintura-”, obra del pintor holandés Johannes Vermeer (junto a la que me pude fotografiar, sin flash, claro) y
hacer un interesante recorrido por la sala destinada a Egipto, repleta de destacados
tesoros (el más afectuoso para mí: un amuleto de cerámica azul que representa un
hipopótamo).
Aunque,
se pueden ver muchos detalles de las obras de Brueghel, como el curioso
análisis de “La torre de Babel”, eché de menos que no se recorrieran más salas
y se ignoraran los preciosos frisos ejecutados por Gustav Klimt.
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