sábado, 11 de enero de 2014

¿CUÁNTOS DÍAS SE NECESITAN PARA CREAR UN HÁBITO?

Creé este blog hace 6 años para dar rienda suelta a una de mis aficiones favoritas: ESCRIBIR.
Echándole un vistazo a su evolución, me ha apenado no haber sido constante y haberlo mantenido vivo. He intentado modificar su apariencia y me he desesperado, en algunos momentos, porque no quedaba maquetado como deseaba.
Al  final, me he dado cuenta de que lo más importante es seguir escribiendo de lo que sea, en el formato que sea.
No sigo las estadísticas de visitas. A buen seguro, son pocas. Ese es mi objetivo. No he escrito nunca un libro ni he hecho públicos mis escritos, porque me horroriza la idea de que puedan ser leídos. El envanecimiento nunca fue lo mío.
Hace tan solo unos días, hemos inaugurado un nuevo año. Hacia el 2000 a. C., se comenzó a festejar esta celebración en la antigua Babilonia. Sin embargo, la fecha no se correspondía al 1 de enero; sino, a finales del mes de marzo actual, con la llegada de la primavera para plantar los cultivos del año siguiente. Lógico, ¿verdad?  Es en la época romana, en el año 153 a.C., cuando el Senado decretó la actual fecha, para acompasar el calendario al sol.
Rara es la ocasión en la que no caemos en realizar una lista, con lo que los anglosajones denominan “New Year’s Resolutions”,  con los buenos propósitos proyectados para el año en ciernes.
 
En relación a ello, pude leer un artículo de la psicóloga y escritora ruso-americana, Maria Konnikova, donde explica los motivos por los cuales no llevamos a buen término nuestros objetivos.
En él, cita a Lord Henry, personaje de la obra “El retrato de Dorian Gray”:  Los propósitos son inútiles intentos de interferir en las leyes científicas. Su origen es pura vanidad. Su resultado es absolutamente nulo”.
 Para llevarle la contraria, tomo como base un artículo, publicado en la European Journal of Social Psychology, por dos investigadoras científicas del University College of London, Phillippa Lally y Jane Wardle, para describir cuántos días son necesarios para adquirir un hábito, un buen hábito ( los negativos, habrá que mejorarlos), sin que intervenga la fuerza de voluntad.
El estudio consistió en ofrecer a un grupo de 96 personas la elección de un nuevo hábito para realizar cada día en un entorno cotidiano; como, por ejemplo, comer fruta en el almuerzo, beber agua o salir a correr después de cenar. A continuación, los participantes debían llevar a cabo el nuevo hábito elegido durante 12 semanas; siendo monitorizados y analizados a través de un test, llamado SRHI.
Para la mayoría de los participantes, la automaticidad aumentó de forma constante durante los días del estudio. Lo que apoya la hipótesis de que la repetición de un comportamiento, en una configuración coherente, aumenta la automaticidad.
Por otro lado, no se proporcionaron recompensas extrínsecas, lo que indica que no se requieren para el desarrollo del hábito; aunque, debido a que los comportamientos fueron seleccionados por los participantes, eran propensos a haber sido intrínsecamente gratificantes.
Al término de este periodo, una vez analizados los resultados, se llegó a la conclusión de que es necesario un promedio de 66 días para que una actividad autoimpuesta se convierta en un hábito o costumbre automática.
A pesar de que se sostenga que, a medida que las conductas se repiten, se empiezan a acometer de forma más eficiente y con menos pensamiento, activando una respuesta automática, un hábito; si los comportamientos son complejos, ¿pueden llegar a ser automáticos? Y, ¿El automatismo, que se desarrolla para las tareas más complejas, puede ser considerado un hábito? El estudio sugiere que la repetición de tareas complejas puede resultar en la automaticidad dirigida a un objetivo, que es distinto del hábito (más flexible y ligado a la meta original).
Habrá que ahondar más en este tema con nuevas técnicas y utilizando mayor número de variables.
Queda probado, pues, que la “Regla mágica del 21”, citada por Robin Sharma, en “El monje que vendió su Ferrari", anda muy lejos de la realidad.
 
En lo que puede llevar razón es en que: “para lograr tus objetivos, ten muy claro lo que deseas lograr, visualízalo, mantén presión y constancia positiva para hacer tus tareas, coloca una fecha para lograrlo, escríbelo y aplícalo […] La única manera de asentar un nuevo hábito es emplear tal energía en ello que el viejo hábito se retire por sí mismo, como si fuera un huésped indeseable”.
 
 
 
Así que, tenemos mucho trabajo por hacer. Eso sí, no esperéis a un nuevo año para empezar este maravilloso proceso que, aunque pueda resultar arduo, sus efectos positivos merecen realmente la pena.
¡Allá vamos!
 
 

 

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