Aquella mañana de agosto amaneció soleada en Viena. El
Palacio (alto) Belvedere (ÖsterreichischeGalerie Belvedere) lucía tan majestuoso como en sus años dorados.
En unas de las salas del fondo, de la planta superior,
iluminada tan solo por un haz de luz, preside, imponente, El beso (original en alemán:
Der Kuss); probablemente la obra más conocida del pintor austríaco Gustav Klimt: Ella, con el rostro
sesgado y los ojos cerrados, parece a punto de resbalar. Él, la abraza y la
besa, la sostiene para que no desvanezca.
Cuando se está ante este cuadro sublime, llegas a entender
lo que Stendhal quiso expresar, tras su visita a la Basílica de la Santa Cruz
en Florencia:
“Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las
sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos
apasionados”.
Existe más de una teoría acerca de los protagonistas de este
hermoso lienzo. Una de las más defendidas es la que asegura que él es el mismo
pintor y ella, Emilie Flöge.
Tal día como hoy, en 1952 moría, en Viena, esta diseñadora de moda perteneciente a la bohemia vienesa de finales
del siglo XIX, cuñada de Ernest, hermano de Klimt.
Cierto es que Emilie posó en varias ocasiones para Klimt.
Retrato de Emilie Flöge, 1902.
Pero, nunca se supo con certeza si ambos fueron amantes. Eso sí, les unía una gran amistad.
Emilie Flöge y Gustav Klimt, en Attersee.
Esta relación fue llevada a la gran pantalla, en 2006, por Raoul Ruiz; donde Veronica Ferres interpreta a Emilie Flöge y John Malkovich, al pintor.
Esta relación fue llevada a la gran pantalla, en 2006, por Raoul Ruiz; donde Veronica Ferres interpreta a Emilie Flöge y John Malkovich, al pintor.
Como refiere Elizabeth Hickey, en su libro ‘El beso. GustavKlimt tuvo una musa secreta. Esta es su historia’: “la
frustración de no conocerlos [los verdaderos
hechos] se ve compensada por la oportunidad de imaginarlos”.
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